Es mi segundo día en Madrid después de las excavaciones.
Después de casi 11 años de comenzar a estudiar Antropología (si, con mayúscula), me siento estancado, siento que en los últimos dos años no he avanzado nada, a pesar de estar comenzando un doctorado en España, a pesar de estar trabajando con uno de los paleontólogos más importantes del mundo en las últimas tres décadas, o más.
Estoy en uno de los lugares más emocionantes para estudiar la evolución humana, no sólo por su producción académica y generación de conocimiento, también porque aquí he conocido a gente con cualidades humanas extraordinarias, gente, compañeros, colegas, que siempre han sido atentos, amables y que dentro de sus posibilidades me han apoyado a seguir aquí y salir adelante. De quienes he aprendido más de la vida que de la antropología, la paleontología, la arqueología y cualquier cosa no necesariamente asociada a la academia. Y aún así siento que no estoy avanzando. Por supuesto, también es falta de mi trabajo diario y de lo que quiero debería aprender.
Sin embargo, el último mes ha sido de los más productivos en los últimos dos años, primero porque fueron evidentes los cambios en los que si he trabajado para estar mejor, y notar las que cosas que aún puedo hacer como antes, y mucho mejor. Descubrir las cosas que aprendí con aquellos que ya no están, pero que aún admiro, que podrían ser contemporáneos, pero por razones naturales, ya no están.
Conocí nuevas personas a las que les tengo mucho aprecio, y personas que sólo eran conocidas, ahora son más cercanas, así como personas conocidas que tal vez prefiero con más distancia.
Aún falta por trabajar, pero de lo que si estoy seguro, es de que nuevas puertas se han abierto, no sé si algo se haya cerrado, pero por fin veo un camino, y eso es algo que también me da nuevos motivos para seguir; aunque tal vez no sean nuevos, y sean simplemente Motivos.
Así fue la Mi campaña de Atapuerca 2019… y ya quiero regresar.